La familia de pepenadores que asesinó y desapareció al ingeniero José Alonso y su ayudante en Tijuana

La familia continuó compartiendo sus actividades después de asesinar brutalmente al ingeniero y su ayudante

Este trabajo periodístico se cuenta con el terrible olor en el que se sumerge el mundo de la adicción, los homicidios, la pepena de “reciclaje” y los crímenes ambientales, silenciado en una zona que se autogobierna, en un basurero que despierta la náusea de la brutalidad.

REPORTAJE ESPECIAL

Un sábado cualquiera, Verónica recibe un mensaje por WhatsApp. Era su hija de unos 20 años, quien se había mudado a Tijuana con familiares que se dedican a pepenar basura en el viejo relleno sanitario.

Al abrir el mensaje, la mujer ve un video de su propia hija diciendo:

“Mi nombre es Mariana. El día 27 de marzo, fui testigo del asesinato de dos ingenieros. Fui testigo, mas no cómplice. Y por esa razón ahorita estoy siendo amenazada de muerte. Los cuerpos quedaron enterrados debajo de la basura…”.

La joven se refiere al homicidio del ingeniero civil José Alonso Guerrero Chávez, y su ayudante Rubén Ramírez Rojas, quienes desaparecieron el 27 de marzo de 2024, cuando realizaban labores topográficas en el inhóspito Cañón de Las Carretas, en el basurero clandestino que mantiene operando la empresa EcoWaste.

Mariana compartió el video a su madre, el 6 de abril, diez días después de haber presenciado el doble asesinato esperando que, si le pasaba algo, se conociera a los responsables. Temiendo por su vida, buscó un albergue donde escapar de sus propios familiares, con quienes había llegado a vivir y quienes cometieron el crimen.

“Fui testigo, mas no cómplice”, relata Mariana en el video

Sus primos y tíos, desde entonces, persiguieron a Mariana, hasta que un día la encontraron.

Temprano el 28 de abril, la madre de Mariana comenzó a recibir mensajes por WhatsApp. Con ello, se enteró que su hija había sido secuestrada por sus propios familiares. Ese día también recibió una llamada en donde un hombre la amenazaba de muerte. Luego puso a su hija al teléfono:

“¡Me sacaron, mamá! ¡Me van a matar! Aquí están Marco Antonio y Ana Laura, pero me van a matar por lo que yo sé. Márquele a mi papá. No les des nada, porque de todos modos me van a matar”, alcanzó a decirle Mariana antes de que se cortara la llamada.

Enseguida, la madre de Mariana recibió por medio de su Whatsapp una fotografía donde aparecía su hija desnuda, con el cabello y el cuerpo mojados, con las manos amarradas, en un cuarto de paredes azules. La imagen iba acompañada del mensaje: “Hija de tu puta madre, ¿quieres ver como mis Bukis se cogen a tu hija. Ya no vale nada tu hija, pero si hacemos bisnes, te la voy a dejar en 300 mil pesos”.

El mensaje fue enviado aparentemente por una mujer identificada como Ana Laura. Ana Laura es la esposa de Marco Antonio; y Marco Antonio es familiar del papá de Mariana, por lo tanto, primo de ella.

Sólo unas horas después, la madre de Mariana recibió una videollamada desde el teléfono de su hija, en donde Ana Laura y Marco Antonio cumplieron su amenaza, mostrándole en vivo que varios hombres violaban a su hija.

Bryan al centro de los llamados ‘Bukis’ por Ana Laura

En aquellas circunstancias, Verónica escuchó por última vez la voz y los gritos de su hija.

Desde entonces, de Mariana no se sabe nada; muy probablemente asesinada y sepultada cerca del ingeniero y su ayudante, cuyos cuerpos fueron enterrados en el basurero de la zona. Hasta la fecha, ninguno de los tres localizados.

La náusea de la brutalidad

El ingeniero José Alonso y su ayudante Rubén desaparecieron cuando realizaban trabajos de topografía para el anteproyecto de un bulevar que la empresa Frisa pretende ofrecer al Ayuntamiento de Tijuana. Su familia, amigos y medios de comunicación lograron que sus fotografías llegaran a miles de personas en su búsqueda.

Familiares realizaron varias protestas

A tres meses del hecho, gracias al video de Mariana, así como de varios testimonios recopilados, cateos e indagatorias realizadas por la Agencia Estatal de Investigación, la Fiscalía General del Estado (FGE) pudo identificar y detener a parte de los responsables, entre ellos, Ana Laura y uno de sus hijos.

A la fecha, tres de los asesinos se encuentran detenidos y formalmente acusados de la desaparición de los dos topógrafos.

Ana Laura, detenida junto a su hijo Bryan

Con la investigación, se pudieron conocer los detalles violentos y desgarradores sobre la muerte y la desaparición del ingeniero José Alonso y de su colaborador.

Por ejemplo, que fueron privados de la libertad por una familia de pepenadores que vivían en condiciones enfermizas de vicios, violencia y corrupción, junto a varios menores de edad. Que los criminales los secuestraron, los amarraron, los llevaron a varios puntos frente a muchas personas y a plena luz del día suplicando por su vida y sin que nadie diera parte a la Policía.

Además, que los asesinos despojaron a José Alonso y a Rubén de sus pertenencias, usando sus joyas para fotografiarse en redes sociales, que les quitaron su vehículo y lo siguieron usando para sus “trabajos” de chatarreros, que tomaron sus tarjetas de banco y las vaciaron luego de que ellos les dieran sus nips de seguridad para intentar inútilmente salvar su vida.

Decenas los buscaron muy cerca de donde seguían los asesinos

PUNTO NORTE fue el único medio presente en las audiencias penales, en la que los imputados fueron vinculados a proceso, lo cual los mantiene actualmente en prisión.

El tormento y la desesperación de las víctimas podrán sentirse en esta historia de horror. José Alonso y Rubén fueron introducidos a la empresa EcoWaste, en unos de sus contenedores, donde mataron primero a uno, para que el otro fuera testigo de su mismo destino.

A ambos los golpearon hasta morir, con piedras y objetos de todo tipo. Sus cuerpos fueron nuevamente transportados, luego quemados con llantas y despedazados para enterrarse entre basura y escombros.

José Alonso y Rubén fueron asesinados dentro un contenedor de EcoWaste

Los restos del ingeniero y su ayudante no han sido encontrados, como tampoco los de Mariana y quién sabe cuántos más que han desaparecido en las cercanías.

Sólo se sabe que fueron sepultados en el extenso océano de residuos y contaminantes que son cubiertos con tierra e impunidad diariamente por EcoWaste y sus pepenadores. Y que, para colmo, deja jugosas ganancias y enormes daños al ecosistema que además desemboca en el mar y en la salud de miles de personas que viven alrededor.

El Cañón de las Carretas se ha convertido en un basurero al aire libre

Esta es la tragedia de la descomposición, complicidad e incompetencia del gobierno y sus fracasadas políticas de protección al ambiente, de la brutalidad que crece por falta de justicia, de la cotidiana violencia sexual y del gran cementerio con el que se cultiva Tijuana.

Este trabajo periodístico se cuenta con el terrible olor en el que se sumerge el mundo de la adicción, los homicidios, la pepena de “reciclaje” y los crímenes ambientales, silenciado en una zona que se autogobierna, en un basurero que despierta la náusea de la brutalidad.

Los asesinos: Madre e hijo, el padre, hermano…

Durante meses, policías de la Agencia Estatal de Investigación realizaron decenas de entrevistas en la zona en donde Alonso y Rubén fueron desaparecidos. Averiguaron los puntos en donde estuvieron, los posibles motivos de su no localización y peinaron con técnicas de búsqueda las barrancas del lugar, hasta ir armando las piezas del crimen.

La zona fue inspeccionada de manera exhaustiva

El 18 de junio, de 2024 una jueza de control concedió órdenes de aprehensión contra varios involucrados en los hechos, entre ellos, para Ana Laura, de 38 años de edad; su esposo Marco Antonio ‘El Gordo Mata’, así como al hijo de ambos, Bryan de 20 años y una más para Miguel Ángel, hermano de Marco Antonio.

Marco Antonio, esposo de Ana Laura y padre de Bryan

Ana Laura y su hijo Bryan fueron detenidos juntos, a los dos días de haberse librado las órdenes de aprehensión. Su arresto se registró en las inmediaciones del panteón de la colonia Nueva Aurora, muy cerca del lugar donde cometieron el crimen y de su vivienda en el relleno sanitario.

A Miguel Ángel, el hermano de Marco Antonio, los agentes de la Fiscalía lo detuvieron el 22 de junio.

Miguel Ángel, hermano de Marco Antonio

Durante estos días, los tres fueron presentados ante un juez para exponerles los datos que los convierten en probables responsables. Lo expuesto en este reportaje da cuenta de los detalles que el agente del Ministerio Público reveló durante las audiencias penales que presenció PUNTO NORTE, y que duraron más de diez horas juntas.

Unos puntos a marcar

Como la propia familia del ingeniero José Alonso Guerrero Chávez lo dio a conocer, tres días antes de su desaparición, había asumido un contrato para llevar a cabo un estudio topográfico con la empresa Frisa, consistente en la marcación de puntos con la intención de elaborar el proyecto de un bulevar como segundo acceso a la zona de Santa Fe hacia el libramiento Rosas Magallón.

José Alonso, egresado de Ingeniería Civil en el Instituto Tecnológico de Tijuana (ITT), estaba muy entusiasmado de participar en una posible obra tan necesaria que iba a beneficiar a la ciudad, según compartió con periodistas Berenice, su hermana.

Por ello, el 26 de marzo, el primer día de trabajo de campo, el ingeniero de 43 años de edad y otro colaborador de nombre Carlos, realizaron el marcaje de los primeros puntos del lado del fraccionamiento Quinta del Cedro, hasta la altura del Rancho La Loma, de acuerdo con los registros del jefe del proyecto.

En su segundo día de trabajo en la zona, José Alonso fue brutalmente atacado

Decidieron continuar al día siguiente, en la zona del llamado Cañón de Las Carretas, que topa con el arroyo y corre paralelo a la parte trasera del yonke Aeropuerto 1 y 2, la recicladora California y EcoWaste, abarcando las colonias Nueva Aurora, Fausto González y Loma Bonita, frente a la avenida Flores Magón.

Debido a que el día 27 de marzo, Carlos tenía un compromiso personal y no podía trabajar desde temprano, ‘El Inge’ José Alonso le pidió apoyo a Rubén Ramírez Rojas, otro de sus ayudantes habituales para terminar de marcar los puntos topográficos.

“Unos rancheros no nos dejaban pasar”

Según indican videos de una cámara de vigilancia de una vivienda de la zona, así como los testimonios de varios recolectores de basura, José Alonso y Rubén llegaron por la mañana en su camioneta, una pick up Chevrolet S10 guinda con placas AK1646A, y se estacionaron sobre la calle Los Pinos, a un costado del estacionamiento del Swap Meet Fundadores y se dispusieron a realizar el marcaje caminando hacia la calle Los Pirules que desciende hacia el arroyo.

Con una llamada telefónica, alrededor de las 9:59 de la mañana, el ingeniero civil reportó a su jefe que “unos rancheros no les dejaban pasar”, pero no precisó en qué parte. El jefe le indicó que se brincara ese punto, pues no necesitaban los puntos ser tan precisos.

Rubén acudió como ayudante de ‘El Inge’ de último momento

Algunas fotografías tomadas por Rubén a manera de registro y enviadas por WhatsApp, muestran el marcaje de uno de los puntos topográficos en la zona, la camioneta estacionada en la calle Los Pinos, y una foto del ingeniero trabajando detrás del tripié con su herramienta de medición topográfica, todo enviado entre las 10:36 y las 11:45 de la mañana.

En la foto de José Alonso, se le observa vestido con camisa de manga larga y pantalón negro, su chaleco amarillo de trabajo, botas de trabajo y un sombrero de palma color verde, es la foto que su familia difundió para iniciar su búsqueda.

Familia, amigos y compañeros de José Alonso comenzaron su búsqueda desde que perdieron comunicación con él

En su intento por evitar problemas, los topógrafos se dirigieron cerca de “la entrada de EcoWaste”, que es un acceso ubicado en la parte posterior de la empresa dedicada al manejo de residuos y por donde diariamente sus camiones salen a descargar los materiales a enterrarlos de manera irregular y sin supervisión ni sanciones.

Mientras el ingeniero y su ayudante realizaban labores topográficas en el fondo del cañón, en el cauce del arroyo y a pocos metros de los tiraderos clandestinos, Mariana se encontraba del otro lado de EcoWaste con sus primos, Marco Antonio y Miguel Ángel, ambos hijos de su tía Sabina, hermana de su papá; también con la esposa de Marco Antonio, Ana Laura, los hijos de ambos, así como con otros hombres y mujeres pepenadores, al igual que con varios menores de edad.

El cártel de los pepenadores

De acuerdo a los diversos testimonios, Marco Antonio ‘El Gordo Mata’ es el encargado de exigir 250 pesos a cada pepenador por dejarlos recolectar basura; además de cobrar 300 pesos a cada “dompe” o camión con desechos que arrojan en las diversas laderas de colindantes de EcoWaste, en donde luego les prenden fuego.

Arroyos y laderas contaminados

Llantas, químicos, aceites o pinturas, escombros, plásticos, electrónicos, cadáveres de animales enfermos, basura, residuos biológicos de hospitales, desechos de todo tipo, son quemados por esta mafia de pepenadores de EcoWaste. Los hilos de humo blanco o negro que constantemente se observan diariamente en la zona, revelan la contaminación sin ningún castigo.

Según el testimonio de los pepenadores, incluidos en esta carpeta de la Fiscalía, estos grupos cuentan con la protección de policías a quienes les llaman “40s”, en las inmediaciones de El Cañón de Las Carretas, una zona que evoca una escena post apocalíptica, en donde decenas de familia que viven entre la basura, recuperan metal, cartón para su venta en la recicladora cercana y para construir sus casas.

En la impunidad, toneladas de desechos son arrojados al aire libre

La mañana en que desaparecieron a José Alonso y Rubén, el grupo liderado por Marco Antonio había estado consumiendo alcohol y cristal. Por lo que, en un momento, algunos de ellos fueron a comprar más cerveza al centro comercial Plaza Loma Bonita.

Ana Laura bailó sobre los cadáveres

Mariana acompañó a sus primos Marco Antonio y Miguel Ángel a comprar cerveza, y de regreso observó en la entrada trasera de EcoWaste a José Alonso y a Rubén, cuando fueron abordados por uno de los trabajadores. “Se veían como perdidos”, según compartió Mariana en el video que envió a su madre días después.

Otros entrevistados dijeron que alcanzaron a ver al ingeniero y a su ayudante “como discutiendo” con uno de los pepenadores.

Marco Antonio y Miguel Ángel se adelantaron al grupo y con la ayuda de varios de sus “amigos” sometieron al ingeniero y a su asistente para introducirlos al terreno de EcoWaste.

Dentro de la empresa, los introdujeron en un contenedor o “dompe” de basura, y entre todos los presentes comenzaron a golpearlos brutalmente, ante los ojos de Mariana.

Una de las entradas a EcoWaste

La mujer vio cómo sus familiares y amigos les arrebataron las herramientas de trabajo y todas sus pertenencias, los pateaban, azotaban con diferentes objetos, les pegaron con piedras en el rostro y ya sin vida, “Ana Laura les ‘bailó’ encima de ellos en el suelo”, explicó Mariana.

– “¿Te agüitas? ¿Te da miedo?”, le preguntó Bryan a Mariana al ver su conmoción.

Luego, Bryan se dirigió a su padre Marco Antonio para burlarse de Mariana.

– “Tu prima se espanta, ¿cómo ves?”, le dijo en tono burlón.

“Por favor, ayúdame. Tú no estás borracha”

En la golpiza dentro del contenedor de EcoWaste, los teléfonos celulares de los dos hombres, las carteras, las llaves del pickup, dinero en efectivo y un anillo de oro, con la figura de una herradura y la cabeza de un caballo, que portaba el ingeniero se los repartieron entre Ana Laura, Marcos Antonio y Bryan.

En medio del atraco, José Alonso cruzó su mirada con la de Mariana, y le dijo las palabras que marcarían a la mujer y repetiría en su cabeza los días siguientes, tanto como para poner su vida en riesgo con tal de dar a conocer lo sucedido.

Al verla, el ingeniero le dijo “¡Por favor, ayúdame! Tú no estás borracha ni drogada”, mientras Bryan les amarraba de las manos a él y su ayudante.

Mariana no pudo hacer nada. Al igual que Kevin, sobrino de Ana Laura, quien trabaja también en EcoWaste y bajo las órdenes de Marco Antonio como pepenador.

Kevin se encontraba recogiendo basura a lo lejos, y más tarde se acercó para ver qué pasaba con los dos hombres a los que su primo Bryan les había amarrado.

Bryan, hijo de Ana Laura y Marco Antonio

Al acercarse a ver qué pasaba con los dos hombres a los que su primo Bryan les había amarrado de las manos, Kevin se encontró también con la mirada de José Alonso, a quien identifica por tener brackets y barba.

“Échanos la mano para que nos dejen ir”, le dijo el ingeniero al joven pepenador. Pero éste, con apenas siete meses en la ciudad, ya había entendido que, en el basurero y en EcoWaste, la vida se rige con otra ley, bajo las órdenes de su tío Marco Antonio, y sólo pudo responder que no podía.

“Pónganse vergas a trabajar, y recojan todo”, ordenó Ana Laura

Aparentemente, no había cantidad de dinero o artículo de valor que pudiera detener al violento grupo, querían robar a José Alonso, pero también quitarle la vida. En ningún momento parece que dudaron de ello.

Herido, y con el cuerpo de Rubén ya sin vida frente a él, el ingeniero ofreció todo lo que pudo a sus agresores para que lo dejaran con vida: las contraseñas de sus tarjetas y cuentas de banco que vaciaron, más dinero para entregarles después, así como las llaves de su vehículo que entregó a Marco Antonio con el santo y seña de su ubicación.

Como las herramientas de medición del ingeniero comenzaron a emitir sonidos, unos pepenadores las enterraron a unos metros del lugar, pues creyeron que si contaban con localizadores GPS, no iban a poder ubicarlos.

José Alonso, en su graduación como ingeniero

Sabina, una mujer ya mayor, quien es madre de Marco Antonio y Miguel Ángel, le hizo una llamada a una de sus nietas, hija del líder de los pepenadores presente, le dijo que en la entrada de EcoWaste “ya había 40s”, es decir, policías.

Con todo ello, y sin una sola arma ni siquiera una punzocortante, a puros golpes, la familia entera mató primero a Rubén ante los ojos de José Alonso, y luego al ingeniero civil que soñaba con construir un nuevo bulevar.

“Órale, mis bukis – se escuchó decir a Ana Laura– pónganse vergas a trabajar, y recojan todo”.

Una quema más de tantas otras

Marco Antonio ordenó a algunos de sus familiares ir comprar pintura en aerosol negra en la tienda Comex de Plaza Loma Bonita, mientras que otros de sus cómplices fueron por la camioneta del ingeniero civil que estaba detrás del Swap Meet, donde la habían dejado estacionada.

Ya apoderados del pickup de ingeniero, los dos asesinos se introdujeron a EcoWaste, cargaron los cuerpos de los dos topógrafos y los trasladaron en la caja de la camioneta a la zona de quemadero clandestino, en la parte trasera de la empresa de disposición de residuos industriales y comerciales.

Marco Antonio le pidió a uno de los recolectores que se encontraba en esa zona que le ayudara a bajar los cuerpos, amarrados, doblados, en medio de bultos de basura, pero éste se negó, por lo que tuvieron que meter hasta el fondo la camioneta y pedirles ayuda a otros pepenadores.

Marco Antonio, el líder de los Pepenadores

El líder luego pidió que le llevaran llantas de vehículo usadas que se encontraban por montón, mientras bajó los cuerpos, los cubrió con basura, y les prendió fuego.

Mientras la llamarada generaba humo negro, uno de los cómplices de Marco Antonio ordenó a los pepenadores que no pasaran ya por el lugar, y que no dejaran pasar a ninguno de los camiones que pagan por tirar los desechos de manera ilegal, incluyendo los de EcoWaste.

Ante el abandono de las autoridades, el sitio se rige en la ilegalidad

En ese mismo rato, los pepenadores pintaron con aerosoles negros la camioneta dentro de las instalaciones de EcoWaste y le colocaron unas placas del estado de California de un vehículo viejo que habían desmantelado en el lugar, con el fin de ocultarlo y esconder el paradero de los topógrafos.

A partir de ese día, las familias de Rubén y José Alonso denunciaron su desaparición y desplegaron la búsqueda de sus seres queridos, con apoyo de la Fiscalía General del Estado y los colectivos de búsqueda de personas desaparecidas.

Mariana observó el crimen sin poder hacer nada

Mientras que Mariana viviría de manera paralela un mes completo de persecución y amenazas que terminarían en violación tumultuosa y en su propia desaparición, por haber presenciado el hecho y no expresar su acuerdo.

Por eso, en cuanto pudo salir y alejarse de sus familiares, Mariana llamó a su madre en la ciudad de Cuernavaca, Morelos, y le contó con detalle todo lo que había visto.

La familia del ingeniero dialogó con los asesinos sin saberlo

Tres días después, los primos y un hermano de José Alonso acudieron al basurero a buscarlo, y se encontraron con un hombre, quien participó en el homicidio y en la quema de los cuerpos. Las autoridades aún no lo tienen identificado, sólo con el apodo ‘El Carreras’, pero se cree que es el segundo al mando, después de Marco Antonio y su hermano.

El delincuente, al ver a los familiares buscando entre los cientos de bultos de basura y escombros, les advirtió que no podían estar ahí porque podrían dispararles y “él no respondía”. Luego hizo un chiflido, al cual un grupo de pepenadores, quienes estaban entre los cerros, se acercaron.

Colectivos se unieron a las búsquedas en campo

‘El Carreras’, les ordenó a los pepenadores sacar a los familiares del área y llevarlos con otra persona a la que llamó “tío”, quien les aseguró podría llevarles a donde supuestamente estaban los topógrafos, pero eso no ocurrió. Únicamente los distrajo.

Otro de los testigos, aportado por la Fiscalía, declaró que después de haber desaparecido a José Alonso y a Rubén, ‘El Carreras’ presumió que había engañado a los familiares del ingeniero sobre su paradero, pues al hablar con ellos, se fue a abandonar el pickup del ingeniero, el cual ya había pintado y modificado, para despistar la búsqueda.

El pick up del ingeniero fue pintado de otro color para que no fuera reconocido

Un testigo detalla que ‘El Carreras’ se jactó de su participación en el crimen junto a Marco Antonio y Miguel Ángel: “Fui a dejarles la bronca allá a Santa Fe, pero yo me los chingué. Se la van a pelar porque los quemé en el basurero, ya los desaparecí”, dijo el último día que lo vieron por la zona.

Para el 2 de abril, en un operativo de búsqueda por la colonia Fausto González, en las inmediaciones del basurero, la Fiscalía ubicó la camioneta de José Alonso, pintada de negro, con las placas falsas e incluso con redilas, pero pudieron identificarla por el número de serie.

“Muy bonito fin de semana, grasias mis amores”

Tras asesinar y calcinar al ingeniero y su trabajador, para la familia de pepenadores asesinos, la vida no cambió mucho. Siguieron en la zona, dedicándose a lo mismo, viviendo en sus domicilios en el Cañón de las Carretas, cobrando a los camiones por deshacerse de desperdicios y materiales peligrosos, tomando cervezas y consumiendo cristal.

Un día antes de cometer el doble homicidio, Ana Laura publicó en su cuenta de Facebook, una foto en un local de mariscos junto a su esposo Marco Antonio y su pequeña nieta, hija de Bryan. En sus redes, la asesina le dedica historias a su pareja reconociéndolo como “el mejor papá de mis hijos… muchas gracias por estar con nosotros, te amo”.

Días después del doble asesinato, Ana Laura cambia su foto de perfil, en donde aparece ella y de fondo el panteón de Nueva Aurora, donde unos meses después será detenida.

El 14 de mayo, Ana Laura sube una historia, se trata de un selfie de ella misma, con una cachucha con las iniciales de Joaquin ‘El Chapo’ Guzman y el número 701, que identifica al Cártel de Sinaloa. La foto es acompañada del texto: “como siempre pára adelante dia adia disfruta vive ríe vive la vida Es muy corta hoy estamos y mañana kien sabe”.

Mientras los asesinos seguían con sus vidas, las familias de José Alonso y Rubén no descansaban en su búsqueda

Una semana después, una de sus hijas, delató el crimen de sus padres al subir una foto portando el anillo dorado en forma de herradura y cabeza de caballo del ingeniero José Alonso.

Ana Laura, quien hoy se encuentra tras las rejas, antes de ser detenida, compartía en sus Facebook frases de Dios, corridos y fotos de su familia asesina, como el 28 de abril que publicó una foto de ella con sus hijos y Marco Antonio en un campo de paintball: “Muy bonito fin de semana, gracias mis amores”.

Apenas ahorita me vengo enterando de todo

En la audiencia de formulación de imputación, celebrada el viernes 21 de junio vía remota, en donde se presentó a Ana Laura y a su hijo Bryan, PUNTO NORTE fue el único medio de comunicación presente, y al ser notificado el detenido se opuso, pues sin empezar todavía la sesión, cuestionó por qué había presencia de prensa.

Fue el juez quien le explicó a él y a su madre, conectados virtualmente desde cárceles distintas la razón por la que fueron presentados ahí y las facultades de la prensa.

Asesorados por un defensor público, ni Bryan ni su madre quisieron declarar en toda la primera sesión, manteniéndose prácticamente inexpresivos, incluso cuando se dieron los detalles del asesinato que cometieron.

Ana Laura y Bryan

Al final de la audiencia, Ana Laura y su hijo se quejaron con el juez que no les permitían hacer uso de su teléfono celular e incluso que no sabían por qué estaban ahí.

“Apenas ahorita me vengo enterando de todo”, dijo Ana Laura, seguida de la explicación del juez sobre que no es trabajo de la Fiscalía explicarles, sino de su abogado y de él mismo.

Por eso, al inicio les había preguntado si entendían por qué estaban ahí, a lo que ellos habían respondido que sí.

El llanto desconsolado de Ana Laura, un giro inesperado

En la segunda audiencia de vinculación a proceso, del martes 25 de junio, también de manera virtual, la detenida y su hijo, acusados por el delito de desaparición tuvieron a otro defensor público, quien pidió unos minutos a solas con sus representados previo al inicio de la sesión.

La petición fue concedida por la encargada de sala, quien desconectó de la sala virtual al resto de las personas, es decir, al juez, a la periodista de PUNTO NORTE y al agente del Ministerio Público.

Transcurrieron varios minutos en donde los únicos que estaban conversando en privado por medio de la plataforma Zoom eran Ana Laura, Bryan y su defensor.

Al regresar a la sesión virtual, Ana Laura había remplazado por completo su semblante. De haber estado conectada a la audiencia con aplomo y hasta cierta indiferencia del proceso penal, algo cambió.

La mujer que había bailado en los cuerpos de sus víctimas sin remordimiento, ahora estaba llorando desconsoladamente, negando con la cabeza y clavando una mirada de ternura a la cámara.

Ana Laura desconsolada después de hablar a solas con su abogado y su hijo

Bryan, conectado desde otra computadora, también regresó con cara dolida asintiendo con tristeza, pero al verse en presencia del resto conectados, cambió su semblante para indicarle enfáticamente a su madre mediante gestos que no dijera nada y se callara.

De inmediato, la encargada de sala silenció sus micrófonos, y el defensor público abrió el suyo para advertirles que no podían hablar, que ni siquiera gesticularan porque estaban frente a los demás, pero el joven imputado ignoró la indicación, cruzando los brazos y sacudiéndolos frente a sí mismo, en señal de “nada” y negando con la cabeza, articulando en silencio la frase “no, nada, ¡nada!”, mientras cruzaba constantemente sus brazos al frente.

Bryan mostraba las esposas a la cámara en señal de negación ante el llanto aparentemente desgarrador de su retenida madre.

El boomerang

En otro sábado cualquiera, cerca de la medianoche, una operadora del 9-11 recibe una llamada. Es un reportante, quien acaba de ver a una persona tirada sobre la vía pública y pide la presencia de la Policía, no sabe si está muerta o atropellada.

Los policías municipales llegan al lugar y confirman que se trata de un homicidio violento.

Hay un cuerpo boca arriba, con una cobija amarrada de la cintura hacia los hombros. Se le aprecian las manos atadas por encima de la cabeza, los pies también están amarrados con un cable negro.

El azul y rojo de las luces de policías, apenas iluminan el cuerpo que se encuentra en la calle Padre Ugarte, frente a la Unidad Deportiva Salvatierra, en la colonia del mismo nombre, justo frente a la biblioteca pública, la noche del sábado 22 de junio.

Una persona que pasaba por la calle observó el cuerpo

El cadáver está tendido sobre el carril de circulación, a unos dos kilómetros del basurero clandestino.

En ese momento no es posible identificar a la persona sin vida, pues tiene el rostro brutalmente destrozado, una enorme herida de lado a lado en la cara, un enorme surco que deja ver la carne machacada, los ojos destruidos se han salido de sus cuencas, la nariz no está en su lugar, la boca deformada de tantas fracturas, la cobija y su ropa tienen pedazos de tejidos y dientes expulsados por tantos golpes.

En la escena no hay mucho más que describir. En ese momento, por la robusta complexión, se describió que era un hombre de unos 40 o 45 años, pelón, obeso, sin calzado, sólo calcetines, un short de cuadros azules y una sudadera negra de capuchón.

El hombre tenía el rostro completamente destruido

En el cuello tenía un cable alrededor, el cual había sido apretado hasta la asfixia con un torniquete hecho con un palo. En una mano, tiene tatuado el nombre Laura y en la otra, un trébol y un búho.

El muerto es Marco Antonio ‘El Gordo Mata’, el líder de los pepenadores en EcoWaste, esposo de Ana Laura y padre de Bryan, quien ordenó el homicidio y la desaparición del ingeniero José Alonso Guerrero Chávez, y su ayudante Rubén Ramírez Rojas, así como de propia prima, Mariana, la testigo del crimen.

De acuerdo a informes de inteligencia, Marco Antonio además de liderar a los pepenadores y operar la empresa de residuos, también controlaba la venta de drogas en la zona de basureros para un grupo ligado al Cártel de Sinaloa, específicamente bajo las órdenes de ‘El Jimmy Libras’.

Marco Antonio ‘El Gordo Mata’

‘El Jimmy Libras’ fue detenido semanas antes en Sonora por los delitos de homicidio calificado y asociación delictuosa cometidos en Tijuana.

Entonces, el llanto de Ana Laura y la negación de su hijo en medio de la audiencia penal, pudo ser luego de que su abogado les informara que su esposo y padre fue asesinado mientras ellos estaban en prisión y en donde podrían pasar el resto de sus vidas.

Marco Antonio estaba siendo buscado por la Fiscalía para ser detenido junto a su esposa, su hijo y su hermano, pues, como ellos, contaba con una orden de aprehensión por el crimen del ingeniero y su ayudante.

La crueldad y el salvajismo con los que la familia de pepenadores cometía sus delitos, regresó a ellos, en un momento inesperado, pero aun con cuentas pendientes.

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Fundador de Punto Norte en 2019. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Baja California (Campus Tijuana). 12 años como periodista de investigación, editor y columnista en temas de transparencia, seguridad pública, administración pública y gobierno. Asistente de investigación en el Colegio de la Frontera Norte. Editor de Zoom Político y de la columna Cuentahiloz en Semanario Zeta. Sus reportajes se publicaron en Proceso, Aristegui Noticias, Reporte Índigo, Por Esto, entre otros. Formó parte del equipo de investigación en Southern Pulse de Washington, D.C. Premio al Periodismo de la Cumbre Fronteriza 2020 (San Diego, California).

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