El enfermero táctico: recorre la Zona Norte y El Bordo para atender y salvar a adictos a las drogas

Mark Rivera recorre algunas de las zonas más peligrosas de Tijuana para realizar su misión. Foto: Omar Martínez

Tijuana.- Con su uniforme blanco, material de curación, pruebas rápidas de VIH y jeringas nuevas, Mark Rivera, el enfermero táctico, recorre los callejones de la Zona Norte y los escondites de la canalización del Río Tijuana para acercarse a los adictos a la heroína, que reutilizan jeringas contaminadas.

Y con suerte, llega cuando están en plena sobredosis, para rescatarlos de la muerte.

En su camino, les intercambia jeringas, les cura las infecciones en sus brazos por tanto “piquete” y les revisa las lesiones que va dejando la vida en la calle, que poco a poco los relega a los lugares más oscuros y alejados del bordo.

Foto: Omar Martínez

Si le es posible, los convence de que acepten la rehabilitación para que dejen las drogas o inicien un tratamiento para el VIH y tuberculosis, cuando la prueba rápida da positivo.

PUNTO NORTE lo acompañó en uno de sus recorridos, en donde lo mismo se acerca a las personas que están tiradas en la vía pública para tomarles los signos vitales, que a quienes están bajo el efecto de las drogas, para ofrecerles la ayuda que nadie más les da.

Desde hace cuatro años adoptó esa misión, porque vio que son personas que no quieren estar en esas circunstancias, pero no saben cómo salir de ahí.

Con el apoyo de benefactores de Estados Unidos que le envían material de curación y de algunos comercios locales, formó un grupo de voluntarios para realizar esta silenciosa labor en las calles que solo los que viven en la Zona Norte y ellos, se atreven a recorrer.

Foto: Omar Martínez

Él mismo vivió ahí, por lo que la conoce como a la palma de su mano.

“Los primeros años, empecé yo solo, ahora me acompañan 21 voluntarios, pero no todos vienen todo el tiempo, unos llegan, aprenden a suturar, a poner sueros, a aplicar medicamentos intravenosos y se van”, recordó.

Foto: Omar Martínez

Cada que llegan al punto de reunión, les da a conocer las reglas.

Una de ellas es no hablar con la Policía, porque eso puede generar desconfianza entre las personas a las que quieren ayudar.

Otra es actuar con cautela, cuidarse las espaldas, pues las personas suelen estar consumiendo drogas, están bajo los efectos de las mismas o atravesando la “malilla”.

Foto: Omar Martínez

“Vemos a personas que todo el tiempo están consumiendo. Yo sé que el problema de la adicción cada quien elige su vida, pero tengo mucha gente aquí que ya se quiere dejar de drogar, pero no tienen los medios”, platica mientras se acerca a dos hombres que están sentados en la banqueta, que no quieren su ayuda.

“A veces hay que rogarles”.

Son personas de todas las edades, hombres y mujeres. Entre ellos ya ha detectado a menores que están inmersos en el consumo de la heroína y el cristal; también hay quienes mezclan la heroína con fentanilo.

En sus recorridos, ha llegado justo cuando la persona está tendida en el piso a causa de una sobredosis.

Foto: Omar Martínez

En casos como estos, se suministra naloxona, pero como ha escaseado y su costo es alto, ha recurrido a inyectarles agua con sal, “no siempre funciona, cuando una persona cae en sobredosis tienes como 10 minutos para revivirla, si no, deja de respirar”.

Para que al menos eviten el contagio de enfermedades, les ofrece jeringas nuevas y pide que le devuelvan las que ya fueron usadas, pues se les hace fácil levantarlas del piso y sacarles filo con la caja de cerillos.

Indicó que la Secretaría de Salud del Estado solo les da tres jeringas nuevas a cada adicto, las cuales son insuficientes para ellos.

Foto: Omar Martínez

“Yo he conocido personas que necesitan cinco jeringas para meterse una dosis, porque ya están bien ‘calludos’ de la piel”, explicó.

Por eso, “para ellos es más fácil compartir la jeringa, por eso aquí mi punto más importante es el intercambio de jeringas, porque reduzco que la gente que anda usando drogas las comparta y se propaguen enfermedades como el VIH, hepatitis C”.

Por el uso reiterado de la heroína, es común que se inyecten fuera de la vena y les aparezcan abscesos llenos de pus, “yo vengo a extirpárselos y a ponerles antibiótico”.

Foto: Omar Martínez

El enfermero táctico advirtió que habrá personas que sí lograrán salir de la Zona Norte y tendrán vida sexual, social y laboral, pero podrían estar contagiados y afectar a otros.

Durante el recorrido, Rivera ingresó a uno de los callejones considerado un punto ciego. Ahí no entra la policía y a cualquier hora del día quienes viven en las cuarterías o indigentes pueden consumir drogas sobre la banqueta. Es totalmente normal.

Lo que ha “blindado” al auxiliar de enfermería, es que ya lo identifican y lo ven como un aliado para evitar que sus heridas y lesiones empeoren.

Foto: Omar Martínez

“Por cómo les hablo, piensan que soy del barrio de ellos, así se abren conmigo”.

Mark Rivera, comentó que hay días en que tiene éxito y los convence de llevarlos a la Prevencasa o al albergue de Las Memorias, según sea el caso.

“He mandado a siete personas a Las Memorias, con el requisito de no drogarse, se me han muerto tres en el proceso porque su enfermedad está muy avanzada”.

En decenas de ocasiones, comentó que ha peleado con personal de salud para que los reciban en los hospitales, porque con cualquier pretexto se niegan a ingresarlos, como si fueran caso perdido.

Su labor se dificulta porque no cuentan con un vehículo para hacer los traslados. Aunque en ocasiones logran reunir recursos para pagar un servicio de transporte, se los han llegado a negar porque el indigente o adicto va sucio, mal oliente o incluso bajo el influjo de alguna droga.

Foto: Omar Martínez

“Tenemos evidencia de que mucha gente se nos ha muerto por no tener un carro, nosotros queremos adaptar un vehículo como si fuera una unidad de rescate, pero ahorita nadie se ha fijado en nuestro proyecto, desgraciadamente”.

Mientras avanzaba, se acercó a una persona tendida en el piso a tomarle los signos vitales.

“Tenemos que hacer esto, porque a veces ya están muertos y nadie se da cuenta”.

“Vi morir a mucha gente”

Cuando el COVID-19 llegó a Tijuana y comenzó la incertidumbre, Mark Rivera aceptó el reto de acudir a los domicilios a atender a pacientes que tenían todos los síntomas del nuevo virus, cuando pocos se animaban a hacer esa labor.

Tuvo que dejar la zona del bordo para trasladarse de un lado a otro a suministrar oxígeno, medicamento y lo que pudiera ayudar al paciente, aunque por su gravedad, no todos sobrevivieron.

“He atendido a 48 pacientes con COVID, me tocó ver morir mucha gente, a 20 personas, porque no había ambulancias, porque no había oxígeno, por ignorancia, porque no sabían que el tanque duraba cuatro horas, familias que no sabían que si se enfermaba uno tenían que tener un protocolo”, recordó.

Foto: Omar Martínez

Su labor fue gratuita; solo en ocho casos sí recibió remuneración.

A través de su cuenta de Facebook comenzó a publicar lo que hacía y varios enfermeros y médicos se unieron a su labor, además de que recibió donativos de trajes y equipo para protegerse del virus.

Cuando había oportunidad de regresar a la Zona Norte, el enfermero táctico daba información a las sexo-servidoras para que pudieran detectar a clientes con síntomas de COVID, ya que nunca dejaron de trabajar.

A los indigentes y personas con adicciones también los alertaba sobre la llegada de un nuevo y mortal virus, sobre todo en personas vulnerables. Recordó solo un caso de contagio y fallecimiento en el Hospital General.

Durante la jornada de aplicación de la vacuna Johnson & Johnson a población abierta, con el apoyo del grupo Tijuana vs el COVID 2021-Oficial, logró conseguir un vehículo y llevar a 28 de ellos a que recibieran el biológico.

Foto: Omar Martínez

“Si alguien me prestara un carro cuando haya vacunas, los vuelvo a llevar”.

Actualmente, el enfermero táctico confiesa que está en terapia psicológica porque vive con estrés post-traumático.

No puede conciliar fácilmente el sueño, porque recuerda los ojos de las personas que fallecieron.

“Cuando estás como enfermero en una casa todas las personas se te quedan viendo, incluso la persona cuando está en paro respiratorio te voltea a ver para que hagas algo, ¿qué voy a hacer?, no hay oxígeno, te toca verla morir. Sí es triste, la verdad”.

En dos casos la familia, en su dolor, lo culpó del deceso del paciente, pero después entendieron que la muerte era inevitable.

Foto: Omar Martínez

Para Mark Rivera, su labor no deja de ser reconfortante a pesar de los desafíos y tragos amargos.

Recientemente recibió un reconocimiento por parte del gobierno de la ciudad, por su labor durante la pandemia.

Y aunque considera que se ha perdido humanidad, inclusive en el sector médico, hospitalario y en centros de rehabilitación, sigue firme su objetivo de crear la Fundación Enfermeros Tácticos para continuar recorriendo la Zona Norte y el bordo, donde cree que todavía hay esperanza.

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