Entre basura, cañones y picaderos, la búsqueda de una madre por su hija

Dana busca a su hija desde hace siete meses. Fotos: Aimee Melo

Sugey Dávalos empuja un triplay tiznado que está en donde debería haber una ventana. Es uno de los muchos departamentos abandonados en una inhóspita parte de Tijuana. El interior, un picadero lleno de basura y escombros quemados.

La mujer que lleva el rostro de su hija estampado en una camiseta blanca comienza a gritar su nombre, Dana, mientras rompe en llanto. Y de ahí comienza a entrar a cada uno de los departamentos de un conjunto de edificios dejados en obra negra, luego de que la constructora desistiera del proyecto.

Días antes, Sugey Dávalos y José Antonio Salgado, habían lanzado una convocatoria en redes sociales para que la población se uniera a una brigada para buscar a su hija, Danna Sugey.

La joven de 20 años se encuentra desaparecida desde el 20 de marzo de 2020, cuando salió de su casa para entregar unos artículos que vendía a través de Facebook.

El lunes 19 de octubre, a siete meses de la desaparición de la joven de cabello oscuro y rizado, un colectivo de búsqueda de personas desaparecidas encontró la bolsa de Danna Sugey, con su cartera, tarjetas e identificaciones.

Para la familia, fue una bocanada de esperanza. El primer rastro que encuentran para dar con ella, por lo que planearon una nueva búsqueda en esa zona.

El punto de encuentro la mañana del sábado 24 de octubre es el fraccionamiento Homex Palma Real, desde cuyo bulevar principal se logra ver el mar de Playas de Rosarito.

Desde distintos puntos de la ciudad, salieron más de 100 personas, entre voluntarios, colectivos de búsqueda y autoridades.

Cargando palas, picos y varillas, mujeres, niños y hombres están a punto de bajar por un cerro y comenzar la búsqueda con soldados y elementos de la Guardia Nacional custodiando el perímetro.

La advertencia vino del titular de la Comisión Estatal de Búsqueda de Personas Desaparecidas, Juan Carlos León Martínez, quien les explica que, de entrada, no pueden introducirse menores a la búsqueda, pues en el terreno no solo están los peligros naturales como víboras, sino que es una zona de alta criminalidad.

Pide también, acompañado de Eddy Carrillo, líder del colectivo Todos Somos Erick Carrillo, que las personas se formen en filas para saber el número exacto de asistentes y dividir a la brigada en dos grupos. Más de 60 mujeres y cerca de 50 hombres componen el voluntariado.

Aunque la búsqueda inicia removiendo escombros calcinados, residuos de basureros clandestinos y cavando en tierra húmeda, la madre de Danna Sugey les insiste a las autoridades que la acompañen a la parte más alejada del fraccionamiento.

Es un conjunto de edificios de tres pisos en obra negra. Sin barandales de seguridad, ventanas, puertas, muchos menos servicio de drenaje, agua potable o suministro de electricidad.

Hace un año, el lugar estaba abandonado, hoy es ocupado lo mismo por familias compuestas en su mayoría por mujeres y niños, que por delincuentes que las han convertido en sus guaridas.

La madre de Danna Sugey dice que ha recibido mensajes anónimos que su hija podría encontrarse en esa parte.

Además, tiene una corazonada. Ha soñado que su hija le dice que se encuentra en un lugar oscuro, húmedo y frío.

Mientras el resto del grupo continúa la búsqueda en los tramos de terracería alrededor del fraccionamiento, los padres de Danna Sugey son acompañados por unidades del Ejército y de la Guardia Nacional.

Los edificios parecen una zona de guerra. José Antonio, padre de Danna Sugey, explica que entrar a un lugar como este, dominado por la delincuencia y donde los patrullajes policiacos no llegan, es un mensaje para los familiares de personas desaparecidas, que no hay lugar imposible de pisar cuando de buscar a una hija se trata.

Con un megáfono, los padres gritan “Danna, sal por favor, ya llegamos hija” y piden que, si alguien la tiene cautiva, le permita salir.

Conforme suben las escaleras y entran a más departamentos, un grupo de personas sale de las casas y se acerca al comisionado estatal de búsqueda y los comandantes del Ejército y de la Guardia Nacional para pedirles que no irrumpan a las casas sin su consentimiento.

A simple vista, solo se trata de edificios abandonados, pero desde hace poco más de un año, varias familias han invadido los departamentos.

Para improvisar puertas y ventanas, utilizan triplays, cajas de cartón, cobijas y sábanas. Algunos observan desde las escaleras o se asoman, otros prefieren entrar a sus casas al notar la presencia de las autoridades y de reporteros que siguen la búsqueda.

El suministro de energía es llevado por medio de cables metálicos por encima de la tierra, expuestos y que se alimentan de postes de electricidad cercanos.

Finalmente, un grupo de vecinos permite a la familia entrar a los departamentos y en medio de los gritos y llantos de Sugey, una pelea de perros hace voltear la mirada de casi todos.

Sin embargo, Danna no se encuentra ahí, ni dentro de los departamentos ni en un pozo localizado cerca ni en los alrededores.

Al mismo tiempo que sus padres buscan en este lugar, el resto de la brigada ha encontrado un cuerpo. Es un hombre en estado de descomposición, pero que conserva el pantalón negro y un bóxer a cuadros.

La bísqueda se ha extendido ya seis horas. Tras conocer que el cuerpo hallado no es el de su hija, Sugey dice en voz alta “por lo menos un alma ya va a poder descansar en paz”.

El lugar es acordonado y elementos de la Fiscalía General del Estado (FGE) que forman parte de la brigada, se acercan para procesar la escena y solicitar la presencia del Servicio Médico Forense para trasladar el cuerpo.

Eso tampoco detiene la búsqueda. Después de unos minutos, el grupo continúa su camino hacia otro de los cerros que rodean el fraccionamiento, mientras los padres de Danna Sugey se trasladan a otro punto cercano, en donde han recibido información que su hija podría encontrase ahí.

Pero tampoco es cierto. Tras un receso para comer, la mayoría de los voluntarios comienzan a retirarse, algunos sin conocer a Danna Sugey se acercan para despedirse de sus padres, los abrazan, lloran con ellos y les dicen que los mantendrán en sus oraciones.

Aunque muchos de los voluntarios son precisamente de colectivos como Todos Somos Erick Carrillo, Búsqueda y Justicia por Nuestros Hijos, Familias Unidas en contra de la Impunidad, Mar y Tierra, Buscando en Tecate y Buscando en Rosarito, otros tantos son personas que nunca han participado en la búsqueda.

Pero hubo algo en el llamado de los padres de Danna Sugey que los hizo acudir ese día. Un par de jóvenes se acercan a Sugey y le explican que eran compañeras de su hija en la escuela, por eso acudieron ese día.

Otros también tienen familiares desaparecidos y unos más, solo decidieron acudir cuando vieron el sufrimiento de los padres.

“Se siente como una palmada en la espalda, que estamos acompañados y que no estamos solos”, explica José Antonio, el padre de Danna Sugey, mientras recarga los brazos en una varilla con forma de bastón.

Pero también explica, si al final de hoy, su hija sigue sin aparecer, este día habrá sido como todos los anteriores desde hace siete meses.

Uno más que termina para que el día siguiente comience nuevamente la búsqueda, tal vez ya no en un cerro o en las calles, pero compartiendo información en redes sociales, recibiendo datos e información.

“Es cansado y desgastante. Es una lucha sin descanso”, dice con un suspiro.

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Egresada de la Licenciatura en Comunicación de la Universidad Autónoma de Baja California. Especialidad en Periodismo Policial y Judicial de la Universidad Iberoamericana, Campus Ciudad de México. Más de 12 años en medios de comunicación de México y Estados Unidos, como Semanario Zeta, Sin Embargo o la agencia española EFE.